Existen eventos en la construcción de un vínculo, como no comunicarnos con efectividad o sentir desencuentro continuo en el mismo, que nos hacen replantearnos o cuestionarnos la forma en la que hacemos tangible el amor, de repente, cosas como decir “te amo”, acompañar a tu amigo a hacer una diligencia, comprar o hacer un regalo en gesto de cariño, ya no se sienten propias, por el contrario, estas cosas que en algún punto hacíamos porque sentíamos que reafirmaban el vínculo, ahora se vuelven puntos de inflexión, en los que comenzamos a dudar de su pertenencia y su efecto, por ejemplo, nos preguntamos si es propicio hacer estas cosas, por temor a que del otro lado, ya no sean vistas desde una mirada amorosa, como antes había sido.
Reflexionaba recientemente con algunos amigos, que el proceso de concretar un vínculo desde la claridad y la seguridad puede resultar angustiante. Tener que ejercer la confianza desde la consciencia y la elección puede leerse afable en frases o libros, pero en la práctica, reflexionábamos que lo difícil radicaba en tener el ímpetu de arrojarse al vacío, acompañado de la incertidumbre de que el otro esté allí con los brazos extendidos para sujetarte. Decidir compartir la vida con otra persona en cualquier contexto, es una acción que reafirma la relación de otredad perenne que tiene la humanidad, la cuestión es que cuando esto se siente impropio o imposible, no es sencillo asimilarlo.
¿Qué se hace cuando los lugares donde me resulta seguro estar con el otro dejan de serlo? ¿Cómo puedo atreverme a arrojarme al vacío con la esperanza de que el otro esté listo para sujetarme después de que me dejaron caer? Estas son preguntas que pueden tomar días, meses o años en responderse… Para mí, no han sido respuestas únicas, pero si un destino común, porque lo que me ha permitido volver a confiar, ha sido volver a casa.
¿A dónde voy con esto? Con el tiempo, he entendido que hay partes esencialmente constitutivas de nosotros mismos, que, sin importar las circunstancias o el tiempo, siempre estarán ahí, esas partes, las he construido gracias a mi origen o en su defecto, las fui cosechando a lo largo de la vida, pero se volvieron tan mías, tan propias, que pareciera que siempre estuvieron conmigo y en eso me sostengo. Me sostuve y me sostengo en todo lo que nos hace ser nosotros, que nos acompaña a donde vayamos y que cuando estuve el vacío, aún estuvo conmigo, porque es parte de mí… Por eso, la forma que tengo de hacer tangible el amor, aunque reafirma los vínculos donde lo expreso, es también una forma de reafirmar quién soy; no podría amar de la forma en que lo hago, sin lo que soy y eso no se puede arrojar al vacío, ni siquiera si se trata del vacío más profundo.
Por eso, cuando me siento pérdida, cuando siento que no hay nada que pueda hacer, cuando caer en el vacío haya desestimado mis bases, vuelvo a mí; aunque no lo vea o reconozca en el momento, eso siempre estará ahí. Así que cuando todo esté perdido, siempre podremos volver a nosotros; y cuando no sepamos a donde ir, siempre podremos volver a casa.
A pura letra, Nicolet Di Verde.
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