Últimamente, tengo días pensando en la pertenencia, en ese arraigo que sentimos, a lo que identificamos como nuestro, eso que te impregna de comodidad y libertad, de tal forma que, así como pez en el agua, sientes que puedes moverte fluidamente, porque allí está tu cardumen y ese es tu lugar.
La pertenencia es algo que me ha retumbado en la cabeza, porque se me vienen a la mente frases que se utilizan para hacerla tangible como: “Tu hogar es donde va tu corazón” o “Tú eres mi hogar, a donde voy contigo, me siento en casa” y es inevitable pensar… ¿Sentirte parte de algo necesariamente involucra a un “otro”? ¿Qué pasa cuando mi corazón no sabe a dónde ir? ¿Eso quiere decir que no pertenece?
Para mí, que desde hace 7 años he redefinido la palabra “hogar”, ya que he vivido en varios lugares en búsqueda de mis proyectos personales, pertenecer es una palabra afín en este proceso. Muchas veces las interrogantes que planteé anteriormente, han sido las que me he formulado cuando no encuentro sosiego o calma en el lugar al que debería sentir como “hogar” y honestamente, dudo que las conclusiones que tengo hasta el momento se mantengan inmóviles, pero por ahora, aquí van…
Pertenecer es una autopista, en el que, al transitarla, puedes encontrar escombros o baches que te hagan detenerte, esos escombros o baches, a veces vienen de otros lugares que sentimos nuestros, pero que ya no lo son, y también pueden ser pausas necesarias, para no dejar de percibir cada centímetro a lo que nos estamos adentrando. Pertenecer no tiene vía de retorno, es de esos viajes que una vez que comienzan, solo puedes adentrarse a la aventura de confrontarte, abrazarte, tropezarte y encontrarte, aunque eso no quiera decir que para que eso suceda, tendrás que perderte un par de veces… Quizás en la cabaña de unos desconocidos o en un columpio que se parece al que usabas en el parque cerca de tu casa de la infancia.
Pertenecer no es sinónimo de que tu hogar de origen, siempre sea el único lugar que reconozcas como propio… Para mí, pertenecer es el ejercicio de encontrarte en cosas que pueden parecer lejanas o que creímos que nunca iban a sentirse cómodas; pertenecer es también conciliarte con la idea de que “hogar” no es un sitio, no es una persona, no tiene que ser representado por una colectividad, pero si esta palabra la configuran sitios, personas, lugares o colectividades, está bien; el ingrediente en común a pesar de la distancia o el tiempo, es que se sientan parte de ti o te hagan sentir parte de ellos; es que se halla posible ese puente entre lo que viene contigo y lo que ellos quieren mostrarte.
Pertenecer como ejercicio en mi vida desde hace un tiempo lo he podido percibir de tal manera, que no busco que todas las piezas de mi presente encajen necesariamente con lo que sería ideal o lo que antes hubiese reconocido como “hogar”, se trata de reconocer mi capacidad de adentrarme en experiencias, de crear comunidad o ser parte de ella, de configurar las dinámicas en mis espacios de modo que pueda hacer sentir al otro, bienvenido; evidentemente, ocupándome antes de escudriñar e identificar incluso en los recovecos de mi existencia, lo que me es cómodo, cómo puedo aportar eso al otro, qué elementos quiero que sean parte de mi concepto de “hogar” y así sucesivamente, hasta ir haciendo tangible esto. Así que con esto, veo que todavía hay rincones por explorar…
A pura letra, Nicolet Di Verde.
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