Huir no es algo que nos enseñen a lo largo de nuestro crecimiento. No nos enseñan para que de un momento a otro, cojamos una que otra pertenencia (o a veces ni siquiera cogerla) y nos encaminemos hacia la huida. De hecho, muy por el contrario, huir siempre ha sido una conducta que se busca reprimir al menos voluntariamente. No somos seres educados a la huida, a menos de que claramente de eso depende nuestras vidas.
Las razones por las cuales huimos pueden ser diversas, pero permanentemente suponen miedo o angustia. A corta edad, huimos del “Coco” o del “Chupacabras” y pare usted de contar criaturas ficticias que nos generan ese dichoso miedo, pero cuando crecemos, descubrimos que muy distante de lo que pensamos cuando éramos niños, el “Coco” de la infancia no era la peor amenaza que podíamos encontrar. De adultos, el “Coco” se ve personificado por las preocupaciones, las deudas, una tensa situación económica, una fuerte coyuntura social y por supuesto, el que dirán junto a esas preguntas sin respuesta clara a las que irremediablemente debemos responder, y así, muchas otras cuestiones que nos asustan.
Incluso, algunos tienen el desdichado porvenir de que ese “Coco” sea inevitablemente, el causal de su muerte, como le sucedió a nuestros hermanos náufragos de Güiria. Porque aunque los “Cocos” tiendan a no tener una apariencia física, si son reales en la medida que nosotros los hagamos ser reales. Por ello, cuando crecemos los “Cocos” dejan de actuar desde las sombras y podemos verlos e inclusive, reconocerlos con su nombre y apellido. Todos incluso a nivel mundial, saben quiénes son los “Cocos” , a pesar de que se trate de un país que no es suyo, pero como sucedió en nuestra infancia, estamos tan acostumbrados a vivir con eso, con la esperanza de que que en algún momento dejarán de tener cierta entidad, que entonces la mejor decisión es simplemente dejar al “Coco” pasar.
Pero ¿Qué pasa con esos “Cocos” que nos acompañan y marcan nuestra vida? Porque bien sabemos que hay algunos que no logramos superar jamás ¿Qué pasa con esos “Cocos” que queremos dejar atrás para escribir un nuevo capítulo? Esos “Cocos” de ahora como los que estaban presentes cuando éramos niños, deben ser vencidos. Y como muy bien sé, sé que tú lector, sabes de que “Coco” te estoy hablando…
Hoy más que nunca, nuestro “Coco” debe ser derribado, ya no es una criatura fantasiosa ni una causa sin identidad, hoy entendemos quién y porqué es el “Coco” y a quien se ha llevado en el camino, porque el “Coco” de ahora, el de los adultos jóvenes, de los ancianos, de los niños y de los adolescentes, es el mismo. Ya no hay oportunidad de creer que nos ataca de forma diferente, hoy más que nunca entendemos que nos ataca igual, sin importar si estás caminando por la calle o cruzando el mar a través de un barco.
En nuestra memoria perseveran los recuerdos del “Coco” de la infancia, quizás alguna historia graciosa o recuerdo nostálgico del niño que fuimos, sin embargo, el “Coco” de ahora, es solo recuerdo de un presente lleno de luto y de un futuro arrebatado. En el mar permanecen ahora los recuerdos de una historia de superación al “Coco” que no será una realidad pero también un llamado a construir otros significados a partir de esos niños, hombres y mujeres, a los que debemos honrar y quienes no serán una botella hundida en el fondo del mar, sino los nuevos acompañantes del sol cuando sea el borde del horizonte en cada amanecer.
Huir no es de cobardes, cuando es la única forma de sobrevivir.
Huir por el otro, con el otro y por al amor al otro, es un acto de nobleza.
Ustedes, Náufragos de Güiria estarán en la memoria de todos sus hermanos…
Y ahora, sí, serán libres.
A pura letra, Nicolet Di Verde.