El izquierdista Lula, de 77 años, superó en más de dos millones de votos a Bolsonaro y regresa así al poder que ocupó de 2003 a 2011 y después de pasar 19 meses en prisión por corrupción, condena que luego fue anulada.
Fue liberado por el Supremo Tribunal Federal, que en 2021 anuló sus condenas por errores en los procesos y falta de imparcialidad del juez Sergio Moro.
La elección de este domingo se produjo en un clima de tensión por la polarización entre dos candidatos antagónicos.
Bolsonaro, exmilitar de 67 años, buscaba la reeleción presidencial apelando a los valores ultraconservadores de derecha, mientras que su rival, Lula, fue sindicalista y es uno de los grandes representantes de la izquierda de América Latina.
Lula superó las dudas que genera el pasado de corrupción que rodeó sus años de gobierno, los cuales, sin embargo, son recordados por muchos con nostalgia por las buenas cifras económicas y las políticas sociales que puso en marcha.
Ahora encara un entorno económico menos favorable y deberá gestionarlo en un clima muy polarizado y un país dividido en dos mitades, como demuestra lo cerrada que fue la elección de este domingo.
Lula se impuso por el margen más estrecho en la historia de Brasil desde 1989, cuando se recuperó la democracia tras el fin de la dictadura.
El nuevo éxito electoral de Lula, que llegó a la política desde el sindicalismo y tras una infancia en la pobreza que le hace conectar con las clases más populares, se debe en buena medida al dulce recuerdo que tienen muchos brasileños de los años en que fue presidente, que contrastan con las duras crisis que siguieron.
Brasil vivió durante sus gobiernos una bonanza económica impulsada por los altos precios de las materias primas. Millones de personas salieron de la pobreza y ascendieron a la clase media con programas asistenciales y educativos del Estado.
En 2011, Lula dejó la presidencia con un índice de aprobación superior al 80%.
Lula fue un referente para la izquierda latinoamericana, considerado más apegado a las reglas de la democracia liberal que líderes «bolivarianos» como el entonces presidente venezolano Hugo Chávez.
Universidades del mundo lo distinguieron como doctor honoris causa y el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, lo definió como «el político más popular del mundo».
Dejó un Brasil emergente que había descubierto grandes reservas de petróleo y fue elegido para albergar el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 durante la presidencia de su sucesora y correligionaria del PT, Dilma Roussef.