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sábado, noviembre 23, 2024

El primer paso – Nicolet Di Verde

Considero que es incuantificable la satisfacción que produce ver un diploma por algún estudio culminado, una torta horneada estupendamente, una planta que gracias a ser regada y cuidada como corresponde ha florecido, e incluso, recibir el amor después de sentir miedo por decírselo a quien lo hace sentir. Cuando pienso en todas y cada una de las cosas que mencioné, solo puedo pensar en el inicio, porque hay una preferencia notoria a abrazar los resultados, pero qué rudo resulta abrazar el proceso, y aún más, tener la determinación de comenzar.

Para mí, el reconocimiento a la valentía que acompaña a un logro no debería ser exclusivo de la conclusión del mismo, por el contrario, debería estar allí desde que se revisan las asignaturas del curso que se quiere iniciar, desde que buscas qué planta quieres cultivar, así como el tiempo que le inviertes a elegir la torta que quieres hornear o cuando tomas la decisión de cruzar el camino del miedo ante el rechazo, para encontrarte con la seguridad que brinda el amor genuino.

Por ejemplo, para mí escribir siempre se ha sentido como la calidez que brinda una fogata después de un día frío o como un encuentro con alguien que amas, después de mucho tiempo sin verle. Escribir es una parte de lo que soy y lo que siempre seré, porque inclusive cuando mi existencia terrenal concluya, espero que mis palabras trasciendan en los corazones donde hallaron sentido.

No obstante, haber dejado de publicar en este espacio hace 3 años, hizo que lo más difícil fuera encontrar los motivos para volver, porque no solo se trata del viaje a emprender a través de un sueño, es todo lo que acompaña al mismo y allí estaban unos amigos que conozco desde hace tiempo haciéndose espacio, llamados duda, miedo, incapacidad de autorreconocerme y el flamante síndrome del impostor, convirtiéndose en un equipaje de mano para cada viaje.

¿Qué me hizo volver? Me encantaría dar una respuesta clara, concreta y generalizable, como suelen gustarnos a todos, porque, de algún modo, creemos que nos facilitan las cosas, pero la verdad es radicalmente distinta. No volví porque se hayan ido esos viejos amigos, volví a pesar de que esos amigos estuviesen y con ellos, entendí que no tenía que luchar contra ellos, sino vivir una vida donde el miedo no sea el único protagonista, porque de ser así, mis aviones de papel con mis anhelos no despegarían nunca.

Así que, si estás leyendo esto, después de cuestionarte si lo qué haces es suficiente en el trabajo, en la universidad o en el colegio, si dudas de que en algún momento encontrarás el impulso que necesitas para que despegue tu avión, si crees que no vale la pena iniciar con eso que te hace soñar despierto, por muy cliché que suene, te invito que comiences. Te invito a imaginarlo, soñarlo, describirlo, y a respetar tus tiempos, que en esta era de gratificación instantánea parece ser igual de complejo que una cirugía a corazón abierto.

Iniciar no ha sido fácil, pero una vez que encontré lo que impulsa a mi avión, eso solo me ha acercado a cosas maravillosas que me permiten redefinir mi existencia, mientras me acompañan ustedes; una tripulación que no busca ser ideal, sino real.

A pura letra, Nicolet Di Verde.

@psic.nicoletdiverde / [email protected]

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